Cuando Toquinho comenzó a desgranar los primeros acordes en su guitarra, las más de 2.000 personas que se congregaron en el teatro porteño Gran Rex tuvieron en claro que había un “acuerdo” entre lo que el músico brasileño quería ejecutar y lo que ellos fueron a escuchar. Y es que Toquinho, cerca de los 70 años, es parte de la historia grande de la música brasileña, mas precisamente de la bossa nova, y a ella tributó desde el comienzo con “Samba de Orly”, y durante gran parte de su espectáculo. Desde ese punto, y con su voz de siempre, limitada pero bien afinada, pasó por “Tarde en Itapoam”, “Chega de Saudade”, “Tomara”, “A felicidade”, “Carinhoso”, “A tonga da mironga do kabulete”, con un “tempo” un poco rápido, pero que no afectó la calidad de la interpretación. Junto a él, una sobria banda de bajo, piano y batería, dio el soporte necesario para el repaso. Y cuando su voz no alcanzaba, sumó al escenario a la joven cantante Anna Setton, quien sonó afinada, pero sin muchos matices A